La huella ecológica es un término ideado por William Rees y su alumno Mathis Wackernagel en 1996. Este concepto analiza los patrones de consumo de recursos y la producción de desechos de una población determinada.
De esta forma, se logra estandarizar la demanda de capital natural y ponerla en consonancia con la capacidad ecológica de regenerarse que tiene el planeta.
En otras palabras, se puede decir que la huella ecológica representa la capacidad de tierra biológicamente productiva y la zona marítima necesaria para suministrar los recursos que consume un ser humano. Así, es posible estimar la cantidad de tierra se necesaría para compensar la actividades humanas y estilos de vida determinados.
En 2007, el total de la huella ecológica de la humanidad se estimó en 1,5 planetas Tierra, es decir, que la humanidad utiliza los servicios ecológicos 1,5 veces más rápido de lo que la Tierra puede renovarlos. A día de hoy, los últimos datos con los que contamos son de 2016, y Global Footprint Network indica que son necesarios 1,7 planetas Tierra.
Cada año, este dato se recalcula para incorporar el dato con un retraso de 3 años, que es el tiempo que la ONU necesita para reunir y publicar estadísticas relevantes de investigación.
Cómo se calcula la huella ecológica
Para calcular la huella ecológica, se mide la cantidad de tierra biológicamente productiva y la zona marítima necesaria para suministrar los recursos humano que la población consume. También mide la capacidad de los ecosistemas para asimilar nuestra contaminación.
Estas mediciones se utilizan para mostrar una estimación de cuál es la cantidad de planetas Tierra que serían necesarios para apoya a la humanidad de una manera sostenible.
Esta puede medirse a cualquier escala: persona, comunidad, ciudad, región, país o la humanidad en su conjunto. Las ciudades, debido a la concentración de la población, tienen grandes huellas ecológicas.
El cálculo de la huella ecológica de las zonas densamente pobladas, como una ciudad o un país pequeño con una población relativamente grande, como pueden ser Nueva York o Singapur, pueden conducir a la percepción de que estas poblaciones son «parasitarias».
Esto se debe a que estas comunidades tienen poca biocapacidad, Los críticos argumentan que se trata de una caracterización dudosa, ya que los agricultores rurales mecanizados en los países desarrollados pueden fácilmente consumir más recursos que los habitantes urbanos, debido a los requisitos de transporte.
Por estos factores mencionados anteriormente, los críticos argumentan que la Huella sólo se puede aplicar a nivel mundial.
Consecuencias de una elevada huella ecológica
Las consecuencias son que el ciudadano promedio del mundo tiene una huella ecológica de aproximadamente 2,7 hectáreas globales promedio, mientras que sólo hay 2,1 hectáreas globales de terreno bioproductivo y agua por habitante en la tierra.
Esto significa que la humanidad ya ha sobrepasado la biocapacidad mundial en un 30% y esto es un problema grave a futuro, por eso es hora de que cambiemos nuestra forma de vivir para que las generaciones venideras puedan vivir en un planeta sano.